Un gilipollas en Uppsala

Las desventuras de un pobre hombre en una ciudad escandinava.

30 de abril de 2006

Mierda

No sé escribir. Lo reconozco. Como mucha gente creía que por haber leído tenía que saber escribir. Pero no. Ahora sé que eso es una estupidez. No ha sido muy difícil de descubrir, de todas formas. Sólo hizo falta intentar escribir de vez en cuando. Un blog de internet. Primera prueba de que no sé escribir: en vez de llamarlo blog, lo llamo bitácora. Y a los comentarios, apostillas. Estúpida pedantería. Pero eso no es lo peor. He leído y disfrutado con libros mal escritos (probablemente por culpa de pésimas traducciones). Pero al menos tenían algo que contar. Yo no tengo nada que contar. Mi vida está vacía. Todo me da más o menos igual. Y si no puedo crear mi propia vida, resulta descabellado pensar que voy a ser capaz de inventarme la vida de un personaje. Lo que vivo es tan anodino que ni siquiera puedo reciclarlo y contarlo: el viejo truco no funcionaría. De todas formas sé que todavía me queda mi secreta vanidad, que siempre trato de ocultar, y que después de este momento de debilidad me hará pensar (de nuevo) que si no hago cosas más interesantes es porque no me pongo a ello. Probablemente seguiré así hasta que me muera.